La pandemia causada por el coronavirus COVID-19, además de mucho sufrimiento y muerte, está provocando terribles estragos sociales y económicos, como es bien conocido. Asimismo, está siendo la causa indirecta de gravísimos problemas ambientales que, como los socioeconómicos, deberán perdurar por mucho tiempo. Este virus, que también afecta a algunos animales a través de los cuales llegó a los humanos, no provoca daños irreversibles a esas especies ni, en su conjunto, a la naturaleza o al ambiente. En cambio, la mayoría de las reacciones humanas a la pandemia, ellas sí, están provocando desastres irreversibles. Ocurre que, para la sociedad peruana, toda crisis es una oportunidad, y esta, en que todo el esfuerzo de los Gobiernos está concentrado en hacer obedecer las medidas impuestas para controlar la pandemia, ha brindado una oportunidad única para los muchos que no tienen respeto por las normas ni la COVID-19. Ahora hacen, con tranquilidad e impunidad, lo que ya venían haciendo con ciertos límites. Es verdad que algunos impactos ambientales de esta pandemia son positivos. En el caso de las grandes ciudades como Lima, estos han sido reiteradamente festejados y anunciados como lecciones a aplicar para un futuro mejor. Entre ellos se cita mucho el aire más limpio, y la reducción del ruido por la menor circulación vehicular y menor consumo de hidrocarburos y, por tanto, la disminución de la acumulación de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Se festeja la rápida recuperación por la fauna silvestre de los espacios como playas, mar costero y hasta de parques urbanosy, asimismo, la disminución aparente de la contaminación de ríos y mar por reducción del despejo de parte de los residuos en ellos. Todas, evidentemente, son ganancias efímeras, rápidamente reversibles, apenas concluyan las medidas restrictivas y la vida vuelva a ser como antes. Pero, quizá, una consecuencia concreta de esas percepciones sea el futuro incremento del uso de las bicicletas y, ojalá, más kilómetros de ciclovías en las ciudades. Pero poco se habla de las consecuencias negativas de la pandemia que, claro, ya superan largamente las ganancias y que, hasta que esta sea controlada gracias a remedios o vacuna, o sea, posiblemente una decena de meses más, serán muchísimo peores.
¿Qué está ocurriendo en el campo? Se debe comenzar recordando que en el Perú no existe un seguimiento serio y documentado de lo que ocurre en el campo, menos aún después del estallido de la pandemia. A diferencia del Brasil —donde hay monitoreo oficial intenso, confirmado o discutido por agencias oficiosas, que en su conjunto proveen informaciones día a día sobre, por ejemplo, la deforestación y la invasión a tierras indígenas, las que además son replicadas en todos los diario, en el Perú no hay nada parecido. Las informaciones nacionales son escasas, escuetas, esporádicas y poco confiables, y lo poco que se llega a saber no es nada alentador. Todas las actividades ilegales han mostrado un repunte notable, tal como está ocurriendo en Brasil, donde apenas en abril la deforestación aumentó por lo menos en 171 % con relación al año anterior y donde, en promedio nacional oficial, esta ha aumentado 55 % en comparación con la que se produjo en los cinco primeros meses de marzo a mayo del año pasado. Lo mismo ocurre en otros países del continente. Los principales impactos ya constatados incluyen el incremento de la deforestación con fines de expansión agropecuaria y, asimismo, por acción de la minería ilegal; aumento de la extracción ilegal de madera, caza de especies en riesgo de extinción tanto para consumo como para tráfico de especímenes valiosos, invasión de áreas naturales protegidas y, en especial, de tierras de comunidades indígenas; aumento de ciertas formas de contaminación, como por mercurio, así como por arrojo descontrolado de residuos de todo tipo; pesca abusiva y sin control tanto en el mar como los ríos. Muchos de esos impactos, como la deforestación y la extracción ilegal de madera en curso, tendrán consecuencias en el futuro mediato, por ejemplo, con un recrudecimiento de quemas e incendios forestales; en su conjunto, las consecuencias se harán sentir más a medio y largo plazo.
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